martes, 10 de diciembre de 2013

'Met de fiets'

O en castellano, 'con la bicicleta' (no puedo negar que el flamenco resulta un idioma interesante). Y es que aunque me encuentre en un país considerablemente más meridional al patrio, con un clima no mucho más frío al de la ciudad de la que provengo pero desde luego sí más lluvioso (con una media de 221 días con precipitaciones al año); la bicicleta es el vehículo más común en estos lares.

Puedo hablar, sin temor a exagerar, de miles de bicicletas por las calles. A todas horas: desde las 8 de la mañana hasta las 3 de la madrugada. Llueva, haga viento, nieve o brille el sol.
A los manillares, gente de todo tipo; como intrépidos chavales de escuela con desproporcionadas mochilas a las espaldas hasta ágiles ancianos haciendo equilibrios con las bolsas de la compra.

Y dado que el foráneo debe adaptarse a las costumbres locales, qué mejor forma que hacerse con una bicicleta para desplazarse por la ciudad:


La Universidad de Gante facilita cada año a sus estudiantes un servicio de alquiler de bicicletas (30€ por 10 meses). Y estas son las 'gele fietsen' (bicicletas amarillas) tan populares en la ciudad. En la imagen de arriba, la mía. Equipada con timbre, dinamo delantera y luz trasera, candado y cepo. Por poder, se le puede acoplar hasta un par de alforjas. 

Mi fiel compañera de fatigas. Y digo fatigas porque, aunque resulte irónico, en los Países Bajos hay cuestas. Con puntos de la ciudad situados a 2 metros por debajo del nivel del mar y otros situados a 28 metros sobre el nivel del mismo (la parte más alta de Gante se sitúa a 28 metros sobre el nivel del mar). 
También es mi fiel compañera de atascos. Atascos no precisamente de coches. Y es que coger la bicicleta a las 8:00 es sinónimo de colas interminables de bicicletas en las estrechas calles de la ciudad o largos tiempos de espera en los cruces hasta que el tráfico a dos ruedas se relaja. Hasta que uno no experimenta situaciones así, no puede creerlo.

Pero una movilización tan grande de bicicletas requiere de mobiliario urbano para conciliarlo con peatones y vehículos. Y aquí eso es posible:

  

Desde aparcamientos subterráneos hasta pivotes a los que atar la bicicleta. Vayas donde vayas, encontrarás algún tipo de facilidad que te permita dejar de forma segura a tu fiel compañera... o no. Y es que a pesar de todo, muchas veces los viandantes tienen que interrumpir su tranquilo paseo por la acera para esquivar a esas bicicletas que descansan en el lugar reservado a los peatones, y todo porque no hay sitio para aparcar tanto vehículo de dos ruedas. Es difícil entender algo así en una cultura tan distinta como la nuestra.

Además, manejar una bicicleta es bastante sencillo en Bélgica: amplios carriles especialmente diseñados para bicicletas en las principales avenidas, buena señalización, tráfico regulado por semáforos y, acompañando todo esto por la gran maestría y paciencia al volante de los conductores belgas, circular en bici resulta de lo más seguro. De nuevo, algo difícil de entender desde el punto de vista de la cultura española.

No obstante, todo tiene sus inconvenientes: grandes libertades conllevan grandes responsabilidades. Por ejemplo, conducir en sentido contrario, circular de noche sin luces o saltarse un semáforo a dos ruedas son sancionados con las mismas multas que si de un vehículo a cuatro ruedas se tratara (entre 60€ y 300€). Lamentablemente, alguno de mis compañeros europeos ya saben lo que es incumplir el código a vigente para las dos ruedas.

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